El eje intestino-cerebro es un sistema complejo y bidireccional que involucra la interacción entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso entérico (SNE), junto con la microbiota intestinal, el sistema inmunológico y diversos mediadores hormonales y metabólicos. Este eje desempeña un papel crucial en la homeostasis (la capacidad de autorregularse y mantener el equilibrio y correcto funcionamiento dentro de un organismo) tanto mental como física, y ha sido objeto de un creciente número de investigaciones científicas que vinculan su funcionamiento con diversas patologías neuropsiquiátricas y neurodegenerativas, como la depresión, el trastorno de ansiedad generalizada, y la enfermedad de Alzheimer.
La microbiota intestinal incluye más de 1.000 especies bacterianas. Tiene un impacto directo sobre el cerebro mediante la producción de neurotransmisores y metabolitos bioactivos. Estas bacterias son responsables de generar más del 90% de la serotonina periférica, uno de los neurotransmisores más importantes para la regulación del ánimo y el comportamiento emocional (Yano et al., 2015).
Además, la microbiota intestinal modula la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como el butirato, propionato y acetato, que ejercen efectos neuroprotectores a través de la modulación de la inflamación y el mantenimiento de la barrera hematoencefálica (Morrison & Preston, 2016).
Dicho de otro modo, la barrera hematoencefálica, que es la encargada de filtrar la entrada de sustancias beneficiosas para nuestro cerebro y dejar fuera las que no lo son, permite el paso de los AGCC que intervienen ayudando a las neuronas a mantener su estructura y a realizar su función.
La microbiota intestinal, compuesta por billones de microorganismos, influye significativamente en la salud del cerebro. Una microbiota intestinal equilibrada puede mejorar la salud mental, mientras que un desequilibrio puede contribuir a la aparición de trastornos como la depresión, la ansiedad o la falta de concentración.
El eje intestino-cerebro es fundamental para la salud general del cuerpo. Optimizar esta conexión mediante una alimentación equilibrada, la reducción del estrés, el ejercicio regular y un buen descanso puede tener efectos positivos tanto en el bienestar digestivo como mental. Cuidar el intestino es cuidar el cerebro, y viceversa.